jueves, 30 de agosto de 2012

La Monarquía social; única solución frente a la crisis "sistémica" actual

 (Don Sixto Enrique de Borbón con su pueblo. Pasto-Nueva Granada-Las Españas)

"España fue una federación de repúblicas democráticas en los municipios y aristocrática, con aristocracia social, en las regiones; levantada sobre la monarquía natural de la familia y dirigida por la monarquía política del Estado"

(Juan Vázquez de Mella)

"Y aquí como en tantos momentos surge la diferencia esencial entre la Monarquía tradicional y todos los demás regímenes de sello revolucionario, que son de opinión o de partido. La Monarquía, precisamente por estar vinculada al tiempo y a las generaciones, por situarse sobre los grupos e intereses y no deberles nada, procura apoyarse en las más viejas y estables instituciones y en las más nobles autonomías que, como ella misma, hunden su prestigio en la Historia. Sólo la Monarquía no entra en rivalidad con la sociedad, porque es, cabalmente, el único régimen social en el puro y profundo sentido de la palabra"

domingo, 12 de agosto de 2012

La usura, en el corazón de la modernidad

Pero la raíz de toda la falacia capitalista está en el principio de que el dinero está destinado a reproducirse: la usura. Con toda consecuencia, Aristóteles condena toda usura (obolostatiké) como contraria a la naturaleza de las cosas, concretamente, a la del mismo dinero. Porque el dinero tiene como fin el servir para el intercambio de bienes y no el de reproducirse, como parto (Jtókos) de sí mismo; los intereses del dinero son, pues, "hijos del dinero"(nómisma nomísmatos). Son, por lo tanto, el modo de adquisición más contrario a la naturaleza, y, por ello, justamente odiado.

A esta misma conclusión debe llegar la teoría jurídica no perturbada por la influencia crematística. Porque, siendo el dinero una cosa consumible, cuyo fin es su consumición jurídica, el "gastarse", y no siendo posible que las cosas destinadas al consumo se reproduzcan en forma de frutos, se concluye que el dinero no puede producir más dinero, a modo de fruto civil, es decir, de "renta".

No se trata aquí de poner un límite al préstamo de interés, como ha hecho la doctrina tradicional, sino de negar que el interés sea fruto del dinero prestado; la consecuencia principal de esto está en negar que el inversionista aporte a la sociedad un bien productivo que le pueda justificar como "socio"; siendo así que sólo es un prestamista, un acreedor que queda fuera de la sociedad empresarial.

Si el préstamo va acompañado de una obligación de intereses, tenemos una promesa que aumenta la cantidad prestada en razón del aplazamiento de su devolución, casi como una pena, aunque convencional, por el retraso; es la misma razón que justifica los intereses moratorios que puede fijar un juez, o el aumento del precio de una compraventa por el convenio de su pago "a plazos", porque también el precio aplazado es dinero acreditado, es decir, prestado.

Lo que aquí importa dejar aclarado es que el dinero, por su misma naturaleza de bien consumible, no puede, en buena medida, rentar intereses.

El fraude doctrinal a esta evidencia jurídica puede atribuirse a la Ética calvinista y, concretamente, a Demoulin, que llegó a negar el carácter consumible del dinero por la engañosa razón de que las monedas no se consumen físicamente por su uso, sin distinguir que la consumibilidad puede ser, no sólo física, sino también jurídica. Pero su doctrina ha sido fundamental para toda la Ética económica de la modernidad.

La palabra latina reddere significa "dar algo en propiedad a alguien". La lengua española deriva de ella dos verbos distintos: "rendir" y "rentar". El objeto propio de "rendir" son los "servicios"; el de "rentar", el "dinero". Tenemos en esta distinción la misma que debe hacerse entre los "servicios" de la Economía y las "rentas" de la Crematística, e, indirectamente, entre la felicidad y el placer: un gran reto para el hombre de nuestro tiempo.

El Capitalismo, partiendo de que el dinero ha de rentar, no sólo ha erigido al dinero —un dinero ya abstracto, no corporal— en patrón y medida del valor de todas las cosas, sino en estímulo y fin de toda la actividad humana. De este modo, el hombre ha dejado de ser considerado por sus "virtudes", para serlo por la rentabilidad de sus "valores". Consecuentemente, la "filosofía de los valores" debe ser entendida como la propia del Capitalismo. Cuando hoy se habla tanto de "valores", no conviene olvidar la genealogía y la malicia de este concepto, incluso, para seguir la expresión de Carl Schmitt, su "tiranía".

Álvaro D´Ors. La Crematística,(revista Verbo). Para leer todo el texto PULSA AQUÍ

jueves, 9 de agosto de 2012

El genocidio de la Vendée en película: la verdad contra las mentiras del mundo moderno



Navis Pictures

"La obra política de la Revolución francesa consistió principalmente en destruir toda aquella serie de organismos intermedios- patrimonios familiares, gremios, universidades autónomas, municipios con bienes propios, administraciones regionales, el mismo patrimonio de la Iglesia-que como corporaciones protectoras se extendían entre el inividuo y el Estado (...) si hay un poder que asume toda la soberanía...¿que cosa es esto, variando los nombres, más que un bárbaro absolutismo".

Juan Vázquez de Mella

viernes, 3 de agosto de 2012

Juan Vázquez de Mella: El Verbo de la tradición (II)

Patria
Sin el sentimiento común en el presente y en el pasado que junte en una unidad corazones y conciencias, no hay Patria. Unidad de creencias y autoridad inmutable que las custodien; sólo eso constituye naciones y enciende patriotismos. 

Patriotismo
Aquella España gloriosísima realizó empresas tales, que ellas solas, bastarían  para hacer la gloria de muchos pueblos...¡Ah! Si nos fijáramos en todos aquellos hombres, reyes, guerreros, descubridores, sabios, artistas..., parece que forman selvas, para abarcarlos es necesario mirarlos desde el cielo.
Ningún pueblo se ha levantado de su postración maldiciendo los días lejanos y grandes de su historia.

Tradición y progreso
El primer invento ha sido el primer progreso y el primer progreso, al trasmitirse a los demás, ha sido la primera tradición que empezaba.
El progreso individual no llega a ser social si la tradición no le recoge en sus brazos. Es la antorcha que se apaga tristemente al lanzar el primer resplandor, si la tradición no la recoge y la levanta para que pase de generación en generación, renovando en nuevos ambientes el resplandor de la llama.

Revolución
La historia del Pontificado no es, políticamente, otra cosa que un porfiado combate contra el cesarismo y una continua cruzada en favor de la libertad.
La Revolución hace astillas los tronos que tratan de salvarse, ofreciéndole, a cambio de su benevolencia, fragmentos de altar.

Cesarismo
Si es estable acaba siempre en feminismo y éste en una laguna de fango, primero, y en una laguna de sangre después.

La batalla
La verdad es que desde el Calvario acá, a pesar de todos los nombres, una sola batalla se riñe en el mundo: la que libran incesantemente el naturalismo pagano, de una parte, y el sobrenaturalismo cristiano de otra.
La tendencia que resume todos los esfuerzos de la ciencia atea de hoy puede formularse así: rebajar el hombre al nivel de la bestia y elevar la bestia al nivel del hombre.

Monarquía liberal
Las Monarquías parlamentarias son un puente para la República, y como sabemos que este género de Gobierno no evita la Revolución fiera; por que ellas comienzan por ser la personificación de la Revolución mansa, lo único que a lo más consiguen es aplazarla.

Partidos liberales
Los partidos doctrinarios y radicales de la Revolución no han tenido más que un programa: demoler, desde los cimientos a las bóvedas, todo el edificio que con sublimes y seculares esfuerzos habían ido levantando generaciones católicas y monárquicas sobre un suelo amasado con su sangre; oponer a cada empresa histórica una catástrofe, a cada gloria una ignominia, a cada derecho una licencia, a cada virtud cívica una corrupción, y, finalmente, a la comunidad de creencias, de sentimientos, de instituciones fundamentales, de tradiciones, de recuerdos y de aspiraciones comunes que constituían el espíritu nacional, un solo principio: el de negar ese espíritu, y una sola libertad: la de romper esas unidades y de disolver la Patria.
Eliminar los partidos parlamentarios no es cercenar el ser de la Patria; es aliviarla de un peso que la oprime, es remediar a un cautivo y levantar del suelo a una reina desfallecida y humillada.

Parlamento
Los Parlamentos no sirven para gobernar. Los Parlamentos no sirven para legislar. Los Parlamentos no sirven para evitar despilfarros. Los Parlamentos son impotentes para evitar las revoluciones. ¿Para que sirven, pues los Parlamentos?. Para nada. Y cuando una institución no presta utilidad alguna, suprimirla es, sencillamente, responder a las preposiciones más rudimentarias del sentido común.

Liberalismo
No esperéis solución positiva de los problemas vitales que aquejan a nuestra sociedad; el liberalismo no las tiene; no tiene más que un programa negativo: el de vejar y perseguir a la Iglesia. Hay una fortaleza: la Iglesia; hay otra que ha nacido  debajo de ella, y a su sombra, la España tradicional. El liberalismo niega a la Iglesia, niega la España tradicional, punto por punto, y ése es  su programa; no tiene ni ha tenido nunca otro.

¿Que hacer?
Cuando no se puede gobernar desde el Estado con el deber, se gobierna desde fuera, desde la sociedad con el derecho. ¿Y cuando no se puede gobernar con el derecho solo porque el Poder no le reconoce? Se apela a la fuerza para mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y cuando no existe la fuerza? Nunca falta en las naciones que no han abandonado a Cristo y menos en España; pero si llegara a faltar por la desorganización, ¿qué se hace? ¿Transigir y ceder? No, no. Entonces  se va a recibirla a las Catacumbas y al Circo, pero no se cae de rodillas, porque estén los ídolos en el Capitolio.

Juan Vázquez de Mella. Tomado de  Vázquez de Mella y la educación nacional