jueves, 15 de septiembre de 2011

La configuración de Las Españas áureas: Tradición frente a nacionalismo

Moneda acuñada en Dola, Franco-Condado hispánico. Reinado de Felipe IV, Conde de Borgoña. A pesar de las particularidades lingüísticas (su lengua era la francesa) y geográficas (su lejanía de la Península) los borgoñones fueron un leal pueblo de las Españas, algo imposible de entender desde las trasnochadas perspectivas del nacionalismo, el constitucionalismo o el estatalismo.

No es dable entender la historia de las Españas si nos empeñamos en juzgar la edad dorada en que fuimos bandera universal y poderosa con los criterios de nuestro siglo, ni mucho menos si nos empeñamos, como suele suceder por desgracia, en usar de las retrasadas perspectivas deciminónicas. Para calibrar la realidad de las Españas clásicas es necesario dar de lado a los estrechos conceptos de nacionalismo y abrir los ojos a los fecundos gérmenes del ideario tradicionalista.

El nacionalismo fue, en la historia de las ideas políticas, hijo del positivismo. En aras de repudiar aquel sentido de lo histórico, los positivistas, que ya redujeron el hombre a recortada biología, pretendieron postergar la historia a sencillo apéndice de la naturaleza. Saltóse desde la naturaleza a aquel saber nuevo bárbaramente llamado Sociología, buscando entender las conexiones humanas con uso exclusivo de los datos que la naturaleza aportó.(...)

Es la historia que perdura lo que caracteriza a los grupos humanos. Los rasgos físicos valen, sí, más no por sí mismos, ni inmediatamente; cuentan en la medida en que han sido capaces de incidir en el proceso histórico de un pueblo. La raza, la lengua o la geografía han servido para matizar un proceso humano secular, o sea, para caracterizar una Tradición. Y cuentan sólo en la proporción en que ayudaron al desenvolvimiento del proceso histórico que cuajó en la Tradición, pasado vivo, diferenciadora entre las gentes.

El orbe de las Españas no ha de ser mirado desde ese retrasado positivismo de las nacionalidades entendidas a lo positivista, sino desde el ángulo de un tradicionalismo que asuma las realidades del quehacer histórico. Porque las Españas fueron una Monarquía federativa y misionera, varia y católica, formada por un manojo de pueblos dotados de peculiaridades de toda especie, raciales, lingüísticas, políticas, jurídicas y culturales, pero, eso sí, todos unidos por dos lazos indestructibles: la fe en el mismo Dios y la fidelidad al mismo Rey. Tan cierto es esto que dos hechos aparecen con luminosidad cegadora a cualquier estudioso de nuestros años magnos: primero, la monarquía era tan varia que hasta en los títulos variaba, pues que no había Rey de España, sino rey de Castilla o de Nápoles, duque de Milán o del Brabante, señor de Vizcaya o de Kandi, marqués del Finale o de Oristán, conde de Barcelona o del Franco-Condado; segundo, cada una de estas arquitecturas políticas de las Españas supusieron la autonomía institucional y la libertad, autonomía y libertad perdidas por dichos pueblos desde Cerdeña al Artois o desde Flandes a Sicilia, cuando la fuerza de las armas --y quede claro que jamás la voluntad de los pueblos españolísimos siempre-- las hicieron salir de la confederación de las Españas.

Francisco Elías de Tejada. El Franco-Condado Hispánico. Ediciones Jurra, Sevilla 1975. Capítulo I Puntos de Partida. 1. Presupuestos doctrinales.

2 comentarios:

  1. del texto:

    "...cuando la fuerza de las armas --y quede claro que jamás la voluntad de los pueblos españolísimos siempre-- las hicieron salir de la confederación de las Españas."

    Interesantísimo Blog que demuestra este extremo desde nuestra querida Hispanoamérica:

    El otro Bicentenario: La historia de los que lucharon "por Dios, la Patria y el Rey":

    http://bicentenariodistinto.blogspot.com/

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  2. España debe recuperar su vocación histórica y sus "Ideales Tradicionalistas", que tan admirablemente defendieron los pueblos hispánicos desde Río Grande a Tierra de Fuego, del Viejo Reino de Nápoles a Lisboa, del Franco Condado hispánico a la Tangitania.Sólo recuperando esta vocación puede robustecer el sentido de su unidad, sus intereses geopolíticos y su independencia frente a la finanza internacional.
    Recupero un viejo texto que sintetiza esta vocación:

    "España abandona el suicida aislamiento y miserable neutralidad utilitaria a que fue arrastrada por su misma descomposición interna, con deserción de su destino histórico y reivindica resueltamente su lugar entre los demás pueblos(...)la fidelidad a su gran Tradición que reanuda y su carácter de defensor magnánimo de ideas religiosas y de valores y principios morales, así de formas de cultura y de civilización opuestas a la concepción materialista de la vida(...)su misión apostólica, civilizadora, católica y aventurera, su condición de nación cristiana, occidental y mediterránea, que afirmará con máximo fervor siempre(...) solidaridad y apoyo frente a las fuerzas secretas o públicas de la Revolución internacional (...) Protección decidida a la labor apostólica y cultural en servicio a la creencia única que forjó la unidad española y forjó la Hispanidad"

    (Manifestación de los Ideales Tradicionalistas a S.E el Generalísimo y Jefe del Estado Español, del 10-III-1939)

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